lunes, 5 de marzo de 2018

Nuestra Semana Santa.


Comienza la cuenta atrás para una de las semanas que esperamos con ansias muchos de los habitantes de Villanueva, llega la semana grande, la semana santa. Una semana santa llena de historia, llena de arte.

Noche de viernes de dolores, noche de lágrimas de cera, lagrimas que caen de velas llevadas por pequeños del pueblo que empiezan a conocer la semana santa por sus padres, hermanos y abuelos, esos niños que sin saberlo, sirven de guía con sus velas a la virgen de los dolores, una dolorosa que salió de la iglesia de San Miguel el miércoles anterior y vuelve a su casa siguiendo las luces de los pequeños del pueblo.
Domingo de ramos, despertar con repliques de campanas avisando de la próxima llegada del nazareno a lomos de una pollina, una borriquita. Campanas que nos anuncian que decoremos balcones y ventanales con ramas de olivo y palmeras y salgamos a recibirle. Por la tarde aparece triunfante por el pórtico de San Sebastián Jesús de Nazaret, precedido de niños vestidos de hebreo, mujeres con palmeras decoradas por ellas y nazarenos con un sinfín de colores en sus trajes, aunque la alegría durara poco, pues detrás de cristo va un ejército de romanos para llevárselo a Poncio Pilatos.
Lunes santo, por la noche la multitud se agolpa en la calle real, a las puertas de las obreras, pues al parecer prendieron a Jesús por culpa de un Judas. De la obreras salen los dos, un Jesús cautivo de mirada perdida, y judas culpable con las 30 monedas que Anás le prometió en las manos. La madre acude rápido al huerto de los olivos para preguntar por su hijo, pero se encuentra sola. Unas palomas le explican lo sucedido: “señora de la paz, un ejército de romanos se llevaron a su hijo ante Anás para culparle de blasfemia”.
Martes santo, martes de derramamiento de sangre de cristo. Por la cuesta de la calle de Alcaracejos aparece Jesucristo amarrado en la columna y acompañada de un romano, en encargado de llevar a cabo la orden de Poncio Pilatos, castigarlo con latigazos. Desde lo lejos una mujer cae al suelo, se desmaya al ver a su hijo en esas condiciones, pero aun con la esperanza en su alma de que lo dictado por el padre no ocurrirá, que su hijo no morirá.
En la madrugada del miércoles al jueves sale de Cristo Rey un nazareno coronado de espinas y con una cruz a cuestas, pues los judíos quieren crucificarlo. Su madre corre desesperada y llena de dolor entre las calles de Villanueva atajando e intentando encontrarse con su hijo. En el regajito lo encuentra cansado y lleno de sangre, insultado por una población que antes lo idolatraba y ahora calla ante las preguntas de los soldados judíos.
El jueves, antes de mediodía el nazareno, el padre de los jarotes y cuidador de nuestros mayores ya se encuentra próximo al calvario, pero antes del fatídico final decide volverse y echar un vistazo a su barrio, al barrio humilde de Villanueva de córdoba, en el que cae tres veces, a la tercera caída, una mujer le ofrece limpiarse el rostro con su manto, quedando su cara impresa en el pañuelo.
El mismo día por la noche de los arcos de San Sebastián sale un crucificado en su última exhalación. El pueblo en el calvario calla, a la espera de que el mesías muera y puedan guardarle sepultura. Solo una corneta rompe el silencio interpretando “el silencio”. También unas cadenas atadas a los tobillos de los penitentes y los redobles de un tambor interrumpen el silencio sepulcral que existe en el pueblo.
Viernes santo, viernes de duelo. El pueblo marcha por la mañana en procesión con el cuerpo yacente del señor en hombros para llevarlo ante su madre y poder enterrarlo. Por la tarde comienza el cortejo funerario desde las obreras de donde sale el ataúd con cristo y de San Miguel, acompañados de representación de todas las cofradías de Villanueva y de todo el pueblo en luto.
Ya por la noche marcha en plena soledad la madre dolorosa con la corona de espinas que llevo su hijo en la crucifixión, y de nuevo acompañada por vecinas del pueblo con velas.
Sábado noche, sábado de gloria, pues a la madre que días atrás estaba rota de dolor, acaban de recibir la noticia de que su hijo al día siguiente resucitará de entre los muertos y ascenderá a los cielos. De esta gran noticia se enteran todas las mujeres del pueblo, que salen ataviadas de mantilla española a la calle para acompañar a la madre, a la virgen de la alegría a esperar la resurrección del hijo.
Al día siguiente, y tal y como se lo dijeron a la madre, el hijo resucitó. Aparece ya por el arco de la puerta de san miguel, repican las campanas de la iglesia, de las obreras, san Sebastián, cristo rey y del hospital, celebrando la gran noticia. Un resucitado que visita todo el pueblo para dar a conocer la gran noticia de que las puertas del cielo están abiertas para todo aquel que pierda su vida y que sea perdonados sus pecados por su padre. Ante esta noticia las familias vuelven a decorar los balcones de sus casas ante el paso de la procesión.
Así y sin quererlo, finaliza la semana grande de semana santa, semana grande que a muchos se nos hace demasiado corta. Y que deseamos con todas las ganas del mundo que empiece pronto la siguiente y comenzamos a tachar los días en un calendario para que esto pase antes.

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